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El valor es cosa de mujeres: La obra inédita de Juan Antonio Cebrián

A partir del 18 de enero podrás encontrar en todas las librerías y superficies el nuevo libro de Juan Antonio Cebrián: El valor es cosa de mujeres editado por Temas de Hoy.

Dicha obra quedó inacabada en octubre de 2007 y Silvia Casasola se propuso terminarla. Ahora diez años después ve la luz tras la entrega del manuscrito definitivo en marzo del 2017. El libro cuenta la apasionante historia de quince españolas valientes e intrépidas, quince mujeres que forjaron la historia de nuestro país.

La pareja de autores hace un repaso cronológico junto a personajes como Gala Placidia, la romana que reinó en Hispania, pasando por la reina Urraca de Castilla, la comunera María Pacheco, Santa Teresa de Jesús, la bandolera Pepa la Loba o la heroína gallega María Pita, hasta llegar a Clara Campoamor la fémina que logró por primera vez que las mujeres pudieran votar en nuestro país.  

Introducción

«Las mujeres que protagonizan esta obra me fueron robando el corazón,
porque de cada una de ellas saqué un aprendizaje. Da igual que fueran
reinas, nobles o plebeyas, ninguna lo tuvo fácil. A veces por su picardía,
otras por su inteligencia o su bravura; todas y cada una demostraron su
intrepidez, su lucha por la supervivencia, en unas ocasiones, adelantándose
a su tiempo y, en otras, sorteando los problemas como podían».

Fragmento de la introducción escrito por Silvia Casasola

Epílogo

«Hacía falta un libro sobre las mujeres españolas a las que este país debe
un plato de lentejas y un reconocimiento público. Como dice Silvia, las ha
sacado de la historia del olvido para colocarlas en el lugar que se merecen,
en el Olimpo».

Breve fragmento del epílogo escrito por el gran Fernando Rueda

Algunas de las quince mujeres valientes

Gala Placidia
«En definitiva, Gala se convirtió en un personaje incómodo para ambos
mundos: por un lado, en Roma se la tachó de vulgar ramera al servicio de
los enemigos del imperio y, por otro, en el seno del pueblo godo se la
acusó de extranjera elitista que conservaba a ultranza su refinado espíritu
romano por encima de los intereses primordiales que debía defender el rey
Ataúlfo. Como vemos, un difícil entramado político y humano que abundó
en la desgracia tras el fallecimiento repentino del pequeño Teodosio a
causa, supuestamente, de una enfermedad letal. Con la inesperada muerte
del heredero se difuminaron las esperanzas de la pareja en su sueño
común de fortalecer el imperio bajo un cetro godo-romano».

La mora Zayda
«El nacimiento de aquel bastardo mestizo con el cincuenta por ciento de su
sangre musulmana trató de ser ocultado por algunos leales al rey,
temerosos de una hipotética inestabilidad política en el reino. Sin embargo,
la serenidad de Zayda facilitó las cosas cuando, tras el feliz parto o acaso
antes, decidió convertirse al cristianismo bajo el nombre de Isabel. Estos
sucesos de vital importancia conmovieron a los vasallos castellanoleoneses
y entre la población comenzó a brotar un sentimiento de cariño
hacia aquella mujer llegada del sur que tanto bien estaba entregando a su
reino de adopción».

Inés Suárez
«No existía solución posible, las alternativas eran volver a España o volver a
Perú, ninguna de ellas le satisfacía. En España nada tenía y regresar a Perú
se le antojaba una derrota. Por otro lado, desobedecer le supondría la
excomunión o incluso el encarcelamiento. Sin embargo, Inés no estaba
dispuesta a abandonar Chile, su sangre y la sangre de sus amigos había sido
derramada en la conquista de esas tierras y deseaba ver cómo
fructificaba».

Agustina de Aragón
«Pero lo cierto es que la joven, con absoluta frialdad, realizó los
movimientos precisos y a los dos segundos una bala y su acompañamiento
de metralla fue escupida desde su posición con tal acierto que impactó de
lleno en las filas francesas que avanzaban sin casi oposición. El cañonazo
enviado por Agustina causó numerosas bajas y la consiguiente duda de los
atacantes, lo que otorgó unos instantes preciosos para que llegasen al
Portillo numerosas tropas de refuerzo que al fin lograron expulsar a los
invasores de aquel bastión tan estratégico. La hazaña de Agustina no tardó
en ser conocida por los defensores de Zaragoza, incluido el propio Palafox,
quien quiso conocer a la extraordinaria muchacha de veintidós años de
edad».

Clara Campoamor
«Clara se granjeó muchos enemigos dentro de sus mismas filas y esperaron
el momento adecuado para echarle en cara su prepotencia por no acatar
las órdenes del partido al que representaba. En cambio otros muchos
estaban felices, sobre todo los pequeños grupos de mujeres feministas que
la animan a fundar la Unión Republicana Feminista para trabajar por el
voto femenino. En 1933 llegará la prueba de fuego; se convocan elecciones
generales y, por primera vez, de forma democrática, las mujeres podrán
votar en igualdad con los hombres».

 

 


 

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